nos dictan un modo de vida que sin duda nos habría traído paz y armonía hace muchos siglos si la humanidad hubiera aceptado plenamente las enseñanzas que contienen y las hubiera practicado con fidelidad. Imaginan un mundo nuevo en el que no habrá guerras, donde ya no existirán hambrunas ni enfermedades ni intolerancia racial, precisamente el mundo por el que lucho, ese mundo que dibuja el profeta Isaías donde el lobo y el cordero vivirán juntos, el leopardo con el niño, el becerro y el león y el corderito vivirán juntos en paz.249 Claro está que Mqwati y yo no siempre nos hemos puesto de acuerdo sobre cómo llegará a materializarse ese nuevo mundo.250 En las numerosísimas discusiones que he tenido con él, he insistido en una cuestión central: que ese nuevo mundo nacerá como resultado de nuestros propios esfuerzos y lágrimas, de nuestros sacrificios y luchas personales.