Carlos García Gual

Soy Ligea, hija de Calíope. No te creas las fábulas que han inventado sobre nosotras: no matamos a nadie, solo amamos’.

En su atención a los símbolos pueden percibirse ecos de la teoría hermenéutica que, con una cierta nostalgia, habían defendido algunos pensadores y poetas románticos.

En los relatos míticos estaría acaso latente una sabiduría cifrada en un lenguaje propio, cuyas claves o códigos deben interpretarse atendiendo a ese simbolismo.

Desde el campo de la filosofía, ese enfoque está bien representado por el libro El mito del Estado, de Ernst Cassirer, tomo segundo de su amplia obra Filosofía de las formas simbólicas, de 1923.

Por otro lado, también desde el ámbito de la psicología se insiste en el interés de los mitos, que, como los sueños, guardan mensajes sobre el alma y el destino que un buen psicoanalista puede rastrear y descifrar.

En la fantasía de los mitos late y pervive una fuente de saber profundo sobre la vida humana, y es todo un reto intelectual ese desciframiento.

La interpretación de los sueños (1900), y repetida y ampliada en textos posteriores como Totem y tabú.

Así que la teoría psicoanalítica sobre la relación entre sueños y mitos y subconsciente se vio reinterpretada y más desarrollada en las obras heterodoxas de Carl Gustav Jung y pensadores como Karl Kerényi, Otto Rank, y el más difuso y literario Joseph Campbell.

Es, sin duda, Jung el más destacado representante de la teoría que interpreta los motivos de los sueños como restos de antiguos mitos conservados en el fondo del alma.

En esos análisis de los sueños de muy variados pacientes Jung descubrió imágenes que parecían calcadas de las de antiguos mitos, concordancias de motivos míticos que se reiteran en numerosas mitologías, es decir, un con