Heidegger explica el concepto, cargado de futuro, en los siguientes términos: «Con la expresión “ontoteología”, queremos decir que la problemática del on [el ente] se entiende como un asunto de lógica y que se orienta en última instancia al teos [lo divino], el cual es comprendido ya en cuanto depende de la “lógica”».32 Es decir que todo ente se halla sometido a priori al imperio del logos, convertido en dominador común de lo real, puesto que hace posible un dominio soberano, garantizado por la instancia de lo divino. Viendo en ello solamente un proyecto de dominación que tiende a domeñar al ente, pero también la finitud, la intención de Heidegger va en un sentido totalmente diferente. Para él, no el logos o el concepto, sino más bien el tiempo encarna el quid del ente: «la dirección de nuestro camino, que debe cruzarse con el de Hegel, se anuncia con el título de “Ser y tiempo”, es decir, negativamente, el tiempo —y no el logos».33 Si la intención de Hegel se puede resumir con el título de «ontoteología», Heidegger no duda en hablar de su propio proyecto como de una ontocronía, en la que chronos (tiempo) ocupa el lugar del logos.34