Patricia Macías

anomalías morían en la camilla poco después de inyectarles el suero, pero en algún momento que nadie sabía calcular (o eso se decía), volvían a la vida sin rastro alguno del suero en su interior

El silencio inundó el pueblo. Todo el mundo la miraba, hasta los soldados que ya habían desfilado se detuvieron, girándose, y la apuntaron con sus armas, pero

necesidad de crear de aquella mujer era tan grande como para arriesgar su vida en el intento, o si su perseverancia era un modo de honrar a su esposa fallecida. No obstante, no se atrevió a mencionar ninguna de sus dudas en voz alta

La novelista se quedó mirando el cursor durante un minuto, sin dejar de sonreír. Había vivido un infierno solo por hacerse con una musa y, al final, esta había aparecido donde menos se lo esperaba. Que le inspirase melaza pura era lo de menos. Por mucho que gruñese, lo importante para ella era crear y eso estaba haciendo

La chica que estaba delante de ella sonrió. La opción de Compatibilidad que tenía activada en la aplicación le recordó que su nombre era Nanda y que le gustaba el color azul

Inés me sujetó del brazo. Inés existe. Hay una chica muerta caminando por la montaña. Una vez que decido aceptarlo, la curiosidad es tan fuerte como el miedo

El frío me deja sin aire, me congela la sangre, detiene el último latido de mi corazón. Mi cuerpo es una tumba de hielo en la que me apago

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Hay gente que está mejor muer‍­ta.

palpó hasta que sintió el botón que elevaba el cabecero