Edgardo Dobry

  • Pato Pereyraцитираминалата година
    Todo lector verdadero sigue un hilo, aunque también pueden ser cien hilos a la vez. Cada vez que abre un libro retoma en sus manos ese hilo y lo complica, embrolla, desata, anuda, prolonga. «Toda línea leída es provechosa», dice el chino de un cuento de Hofmannsthal, a la espera de la pena capital, durante la revuelta de los Bóxer. La forma en que la literatura se teje en el cerebro es una versión impalpable de esas redes neuronales que causan la desesperación de los científicos. En el caso del C. elegans, un gusano transparente de un milímetro de longitud y provisto de 302 neuronas, hizo falta el
  • Liborio Lazo-Aguirre!цитирапредходен месец
    »Pidió a Zeus –y obtuvo– que Titono tuviera una vida eterna
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирапреди 2 години
    Téōsis, el «volverse divino»: camino igualmente seguido por ciertos paganos y por ciertos cristianos. Imitatio dei, imitatio Christi. La imitación era la única práctica que permitía encaminar un proceso de asimilación a algo desconocido, remoto y desbordante.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирапреди 2 години
    Para santificarse, así como para volverse culpable, era necesario imitar. No había otro acto que conjugase en sí los extremos del mal y del bien, el cielo y el infierno. Quien imita a alguien es un émulo potencial. El émulo es un adversario potencial y destructivo de quien es imitado. Si el émulo tiene éxito, puede incluso volver superfluo a quien es imitado. O, al menos, privarlo de su unicidad. Esto puede ser no menos grave.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирапреди 2 години
    insignificante es la clave de toda eficacia. Lo insignificante es el residuo. Ignorar el residuo es un imperativo del cerebro –y lo será también de la ciencia.
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    encuentro de Zeus y Alcmena introdujo un nuevo género en la literatura y en las cosas del mundo. Ya no se trataba de tragedia –ni podía llamarse pura comedia, porque en el escenario había, observó Hermes, «dioses y reyes». Maliciosamente agregó: «Sit tragicomoedia.» Desde entonces las formas se presentan bajo el sello de lo híbrido. Las manifestaciones de lo cómico y de lo tremendo iban a convivir, como viejos compañeros, alternándose y mezclándose bruscamen‍
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирапреди 2 години
    día, mientras Dioniso guiaba su ruidoso ejército de basárides y silenos hacia la India, la locura lo hirió. No era el divino delirio sino la feroz lyssa, la pura demencia, que lo hacía sacar espuma por la boca. La venganza de Hera no caía solamente sobre Sémele sino también sobre su hijo. Había que impedir que Zeus supiera lo que estaba pasando, porque de inmediato hubiera corrido en socorro de Dioniso. La venganza, entonces, hubiera fracasado.
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    un robo –y Ovidio iba a dedicar la vida a mostrar cómo el robo es ante todo un acto erótico. Desde entonces ya no se sintió obligado
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирапреди 2 години
    de febrero del 44 a. C., un mes antes del asesinato de César y un año antes del nacimiento de Ovidio. Recordaba que el 15 de febrero era, en Roma, un día especial: «Una vez al año, durante un día, el equilibro entre el mundo regulado, explorado, acotado, y el mundo salvaje se rompía: Fauno lo ocupaba todo.»

    Ese día de febrero del 44 a. C., sobre un trono de oro, César, en la cumbre de su gloria, asistía a la impetuosa carrera de las lupercales, de la que participaba Marco Antonio, desnudo y brillante de aceite. La multitud se abrió frente a él cuando se acercó a César y le ofreció una diadema engastada en una corona de laurel. César hizo un gesto de rechazo y la multitud aplaudió. Antonio repitió el gesto y César la rechazó de nuevo. Crecía el estruendo de los aplausos. César entonces se levantó del trono, se apartó la túnica del cuello y ofreció la garganta a quien quisiera cortarla. «
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    acuerdo con Plutarco, los lupercales recordaban a los ritos del monte Liceo en Arcadia y por eso se vinculaban con escenas de canibalismo y de metamorfosis. Frazer se conformó, en cambio, con su palabra passe-partout: fertilidad. El rito, sin embargo, permanecía indescifrado y ominoso. Ovidio prefirió, como un prudente etnógrafo y frío hombre de letras, esquivarlo por completo, porque quizá tenía demasiado significado. El mejor modo de desviar la atención podía ser el de volver a su papel de poeta de los juegos amorosos, a veces obscenos y con frecuencia cómicos. Nada podía distraer más que la historia injuriosa de Fauno, en la que Hércules aparecía como esclavo de una mujer, vestido de mujer y tomado por mujer, aunque fuera por poco tiempo. Historia presentada como un «mito pleno de antigua comicidad». Tan antigua que solo Ovidio la recordaba.
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