Sefchovich Sara

í lo puso Lucía Guerra-Cunningham: “Nos hemos apropiado del derecho a crear nuestras propias ficciones como un modo fugaz de vislumbrar una identidad más allá de todo lo adscrito”.5

Descubrir esto fue brutal. De repente me di cuenta de que todos los que vivimos en este tiempo somos, nos guste o no, participantes y cómplices, por acción o por omisión, de una guerra que hemos perdido, perdido completa e irremediablemente.

La guerra civil parecía imparable: batallas, saqueos, fusilamientos.

Ninguna nación se ha elevado por encima del nivel de sus mujeres.

Uno es el estudio de las mujeres y otro el estudio de la vida privada y cotidiana. Ambos han empezado a merecer un lugar en nuestras preocupaciones precisamente porque se ha visto que no se puede saber lo que somos si se deja fuera a la mitad de la humanidad y si no se penetra en el ámbito en el que se genera, mantiene y reproduce el tejido social y sus representaciones culturales, sus valores, su moral.

Las novelas captan y atestiguan las prácticas concretas pero también dan fe de ideales y estilos de existencia”

Qué poco importantes deben haber sido estas mujeres para que ni siquiera se sepa bien a bien quién era la esposa del virrey y cuál era su nombre!

Hay quien cree que por ser ricas, hijas de gente rica y esposas de hombres poderosos, esas mujeres la pasaban muy bien, pero no siempre fue así. Tenemos aquí el caso de una virreina que mucho lloró y muy infeliz y desventurada fue.

Estamos en el tiempo llamado por los estudiosos “de los criollos”, que eran los españoles americanos, los nacidos en estas tierras, quienes ya sentían orgullo de lo propio y pensaban que no todo se lo debían a España. La Nueva España era su patria

la consideraban honorable y hermosa, en nada inferior a la Europa.